El piloto francés de Toyota, Sébastien Ogier,  ha logrado en Croacia su 59ª victoria en el Campeonato del Mundo de Rallyes de la FIA, subiendo además por 100ª ocasión a un podio en el WRC, tras un domingo de locos.

La rapidez, la paciencia y la suerte, son unas virtudes que el de Gap maneja a la perfección y en Croacia ha vuelto a dejar constancia de ellas. Después de tres días de competición por las complicadas especiales de asfalto de Zagreb, todo parecía indicar que la victoria sería cosa de Neuville, a los mandos de su Hyundai i20 N, y el galés Evans, con un Toyota GR Yaris, ya que ambos llevaban todo el fin de semana repartiendose el liderato.

Sin embargo, al llegar al segundo tramo de la última jornada, cuando ambos estaban tan solo separados por sólo 2,6 segundos, las tornas cambiaron repentinamente. El líder de la carrera, Neuville, llegó demasiado retrasado a una curva a izquierdas y derrapó antes de subir un talud y chocar contra un árbol. El impacto destrozó el paquete aerodinámico trasero de su Hyundai pero, lo que es más importante, le hizo perder casi 25 segundos.

Ajeno al problema de su rival, Evans se equivocó en una curva cerrada a derechas en el mismo tramo e hizo un trompo, bajando 20 segundos mientras intentaba enderezar el rumbo de su coche. Ogier, que ocupaba la tercera posición desde la primera especial del viernes por la mañana, y que ha tenido dos libradas descomunales, ganó de repente un liderato de 9,1 segundos a falta de dos tramos. Un liderato que ya no abandonaría hasta el final, subiéndose a lo más alto del podio en su segunda carrera de la temporada, ya que debemos recordar que el francés está llevando a cabo esta temporada un programa parcial.

Después de su incidente, Neuville pasó las dos siguientes especiales a la defensiva, con el único objetivo de poder cruzar la línea de meta en su dañado vehículo. Llegado a ese punto, para el belga, el único objetivo era asegurar sumar los 18 puntos logrados el sábado, que solo serían válidos si lograba terminar el rally y logró cumplir la misión.

 

Alberto Novoa.